martes, 1 de junio de 2010

Deshacer el pacto narrativo

Ocurrió que aquella tarde un hombre no aceptó el pacto narrativo y pensó que lo que leía era la realidad y corrió a buscar al unicornio. Recorrió calles, subió escaleras, atravesó parques enteros, se montó en taxis de colores y corrió, corrió mucho en busca de aquel animal del que le habían hablado en días anteriores.

Ocurrió que una de esas noches en las que se sentaba a leer en el malecón creyó que justo detrás de él, en el mismo malecón que describían las páginas que se le escurrían entre los dedos, se encontraba el fantasma del personaje que era mencionado en la novela. Y, sabiendo que andaba por allí sin rumbo, se lanzó a su búsqueda, pues quiso preguntarle un par de cosas.

También ocurrió que una madrugada despertó angustiado por algo que no atinó a describir después, y que para calmar los nervios de la pesadilla, se asomó al balcón después de liar un cigarrillo, para fumarlo. Y desde su posición vio una muchacha vestida íntegramente de rosa, que jugaba en una rayuela, justo antes de empezar a andar por la calle que descendía hasta el puerto.

Y así día tras día, cuando bajaba las escaleras para ir a la cocina se encontraba con comitivas fúnebres que deambulaban siniestras por su amplio salón de madera. O trataba de aprender a volar gracias a las enseñanzas que dejó escritas en un pequeño libro un maestro judío que respondía al nombre de Yehudi. Y pedía la cuenta en cualquier café de mala muerte que encontrase por su ciudad, al que él llamaría Gluck.

Ocurrió que aquella tarde un hombre no aceptó el pacto narrativo y pensó que lo que leía era la realidad y corrió en busca del unicornio, que le esperaba al final del camino…

3 comentarios:

Ana Castro dijo...

Puta crítica literaria... causa estragos!

Enrique dijo...

Txetxu... NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

Pablo Álvarez dijo...

Magnífico. Un grande